Tengo 27 años. Soy profesor y periodista, al menos eso pienso. Sé que algo se ha filtrado sobre las graduaciones en los centros educativos. Supuestamente se busca evitar gastos excesivos. Todavía no es oficial. Me falta leerla en firme. Pero sí desapruebo totalmente esta graduación pasiva que, sin debate alguno en el parlamento, se estaría empezando ejecutar en silencio.
Llevo años viendo cómo los alumnos llegan al final de cada ciclo con lágrimas, esfuerzo, con gratitud, con esperanza. También con toga alquilada, camiseta conmemorativa, “popo” o baile improvisado. Algunos gastan más, otros menos, pero todos participan. Y todos, sin excepción, sienten que ese día es suyo. Los tutores también.
Hace no muchos días leí —no oficialmente— que se preve prohibir las graduaciones que impliquen gasto económico para las familias. Que ahora solo habrá poemas, juegos y danzas “como actividad académica”. Me pregunto si esto es una medida educativa…
Creo firmemente que, la mayoría de nosotros, para no decir todos, estamos en contra de las celebraciones excesivas. Pero ¿por qué no se promueve una regulación sensata, en lugar de una prohibición total? ¿Por qué no se permite a cada centro decidir, con creatividad, pero sin despilfarro? ¿Desde cuándo educar es sinónimo de imponer? Además, ¿Qué pasará en las universidades? Solo deben graduarse los padres y no los hijos. Puro espejismo.
Una graduación no es solo una fiesta. Es un símbolo. Es el cierre de un ciclo, el reconocimiento del esfuerzo del alumnado, el derecho a emocionarse públicamente. Quitarle ese valor es como borrar la firma de un cuadro.¡Qué sería de Picasso!
Por lo tanto, que un alumno no pueda celebrar el final de una etapa porque alguien en un despacho decidió que ya no se puede pedir ni una aportación simbólica a los padres, significaría no valorar el esfuerzo de los estudiantes, a la par que pone de manifiesto que seguimos anclados en el pasado y que nos invade el rencor o la envidia: “en nuestro tiempo no habían tantas graduaciones” ¿y qué? Esto no es un campeonato de fútbol.
Los profesores son magos, pero no son dioses; no les pidamos cosas imposible: motivar sin medios, reconocer sin recursos y celebrar sin poder organizar. No les impongamos una graduación pasiva, esa en la que el Ministerio aún no ha dicho nada, pero todo el mundo ya lo sabe, como si el rumor tuviera más autoridad que el boletín; esa en la que los padres se enteran por una captura filtrada en WhatsApp y no por una nota oficial; esa en la que los alumnos ensayan en secreto, por si acaso “lo prohíben de verdad”.
Ojalá el Ministerio, antes de hacerlo público, lo reconsidere. Ojalá entiendan que educar no es solo enseñar contenidos, sino también permitir a los jóvenes celebrar con dignidad sus logros. Aunque sea con poco. Pero no con nada. Esto sí sería pedagogía. Gracias al autor de la filtración por alertar. Pero sí una mala práctica generalizada, pero impune. Los jueces y abogados están ocupados con el caso de Hacienda.